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La Pasión de los cristianos palestinos que resisten en Tierra Santa

La Pasión de los cristianos palestinos que resisten en Tierra Santa

Los descendientes de los primeros seguidores de Jesús no pueden ni conmemorar su muerte y resurrección: la guerra en Gaza y la ocupación de Cisjordania y el este de Jerusalén lo impide. La situación es desesperada y la comunidad se reduce. 

Pequeñas diaconisas, durante el desfile ortodoxo del Domingo de Ramos en la Iglesia de San Porfirio de Gaza, el 13 de abril de 2025.Majdi Fathi / NurPhoto via Getty Images

La comunidad cristiana de Tierra Santa está hoy en jaque. La guerra, la ocupación, la falta de libertades, de seguridad o de empleo ha sumado hasta cuajar en una crisis que tiene a los descendientes de los primeros seguidores de Cristo en niveles de 1950. Se calcula que hoy hay unos 200.000 cristianos en la zona, repartidos entre Israel (unos 150.000, sobre todo en el norte, de origen árabe) y Palestina (algo más de 50.000 entre Cisjordania y Gaza). En 1948, tras la declaración del Estado de Israel y la guerra posterior, suponían el 20% de la población nacional. Ahora no pasan del 2% en Israel y del 1,2% en los territorios ocupados palestinos. 

Se han perdido casi 250.000 censados en un abrir y cerrar. En lugares como Nazaret (Israel) o Belén (Cisjordania), a la sombra de santos lugares como la Iglesia de la Anunciación o la Basílica de la Natividad, llegaron a ser el 90% de los vecinos. Eso ya es pasado. En ambas ciudades son ya menos del 10% de la población. 

Los números muestran la asfixia y el desencanto general de la población, especialmente la palestina, cansada de un conflicto viejo de casi 80 años que ha empeorado hasta niveles desconocidos tras el ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 (1.200 muertos, 250 secuestrados) y la ofensiva posterior de Tel Aviv sobre la Franja de Gaza (más de 51.000 muertos, más de 116.000 heridos). 

Los que quedan, malviven como parte de un pueblo sometido y como comunidad asfixiada, que no puede conmemorar o celebrar su fe en condiciones. En esta Semana Santa, los descendientes de aquellos que escucharon a Cristo o lo siguieron o se escandalizaron de su mensaje para luego convertirse y perpetuar su legado no pueden siquiera acceder a los Santos Lugares de su pasión y muerte o, peor, acuden a misas en iglesias atacadas por los bombardeos de Israel y ven sus espacios destrozados. 

Ni el Domingo de Ramos hubo tregua para los aproximadamente 1.100 palestinos cristianos que residen en Gaza, un 70% de ellos ortodoxos y el 30% restante, latinos. Durante la noche del 12 al 13 de abril, Israel atacó y destruyó parcialmente el Hospital Baptista al-Ahli, gestionado por la Diócesis Episcopal de Jerusalén (anglicanos), el único hospital cristiano de Gaza y uno de los pocos que quedan activos en la zona, "una fosa común para la población palestina y para quienes acuden en su ayuda", como la denomina la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF).

El bombardeo alcanzó las salas de cuidados intensivos y cirugía, dañó severamente las urgencias y la farmacia y destruyó las dos plantas del laboratorio genético. Las imágenes mostraron a pacientes intentando escapar, tras ser avisados del ataque por Israel con apenas 20 minutos de anticipo. Un niño que estaba herido en la cabeza y necesitaba tratamiento urgente murió ante la imposibilidad de ser tratado en mitad de la estampida. 

Llamas en el Hospital Baptista Al Ahli de Gaza capital, en la noche del 13 de abril de 2025, tras ser atacado por dos misiles de Israel.Hamza Z. H. Qraiqea / Anadolu via Getty Images
Vista general de la iglesia dañada tras los ataques israelíes contra el Hospital Bautista Al-Ahli en la Ciudad de Gaza, el 13 de abril de 2025.Hamza Z. H. Qraiqea / Anadolu via Getty Images

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) afirmaron que el bombardeo estaba justificado porque dentro del recinto había instalado un centro de mando y control utilizado por Hamás, desde el que se estaban "planificando y ejecutando ataques" contra sus intereses, de los que no aportaron detalles.  

El arzobispo de York, Stephen Cottrell, emitió un comunicado sobre el asalto al centro enfatizando que "el hecho de que el único hospital cristiano en Gaza fuera atacado el Domingo de Ramos es particularmente aterrador". Ni la festividad se respeta en un lugar sometido al fuego permanente, a excepción de dos treguas parciales absolutamente insuficientes

Según el derecho internacional, los hospitales gozan de protección especial. No se pueden atacar, se tenga la sospecha que se tenga. "Este hospital, ya sobrecargado por meses de asedio, se erigía como uno de los últimos faros de esperanza médica en Gaza, donde decenas de instituciones sanitarias han sido sistemáticamente destruidas", escribe, por su parte, el patriarca ortodoxo de Jerusalén, Teóforo III, en otra nota oficial, en la que denunciaba que la iglesia ortodoxa de San Porfirio, anexa al complejo hospitalario, también había sido alcanzada por Israel, cuando se preparaba para la Semana de Pasión. "La destrucción de estos santuarios de vida y dignidad es una tragedia que trasciende toda frontera política y entra en el ámbito de lo sagrado", denuncia.

No era la primera vez que el centro sanitario era atacado, ya había sido escenario de una potente explosión el 17 de octubre de 2023, en las primeras etapas del conflicto, que causó la muerte de cientos de personas (450 según el Ministerio de Salud gazatí, 250 según el Hospital Al Shifa que trató a buena parte de los afectados y entre 100 y 300, dice Estados Unidos). Algunos cuerpos no han sido encontrados siquiera.

El padre Gabriel Romanelli, párroco de la Iglesia Latina de la Sagrada Familia en Gaza, ese cura de base al que el papa Francisco llama a diario (hasta estando ingresado) para saber del estado de su comunidad, califica la situación de Gaza y de su comunidad de "muy grave". Tras el ataque, el hospital -que servía como centro de salud y de referencia tras el bombardeo de Al-Shifa- sufrió graves daños y su futuro es incierto. En la Franja, explica el sacerdote, "aún quedan algunos hospitales, pero todos presentan graves problemas o deficiencias".

En años anteriores, el período previo al Domingo de Ramos era un momento de celebración para los católicos de la Gaza, también debido a la tradicional visita pastoral del Patriarca Latino de Jerusalén, el Cardenal Pierbattista Pizzaballa. Ahora no. Todo está suspendido y la Semana Santa, tanto en Gaza como en Cisjordania y Jerusalén Este, se reduce a rezos, oraciones y actos limitados, a excepción de la procesión de las palmas del domingo pasado y el Via Crucis del viernes, ambos en la capital triplemente santa. 

El párroco argentino explica que, pese a la guerra, en su comunidad arrancaron la semana con "una maravillosa celebración comunitaria, que comenzó con la oración del clero y algunos laicos a las 8:30 de la mañana; luego, silencio y meditación ante el Santísimo Sacramento hasta las 9:30, después del Rosario, las alabanzas en árabe, la procesión en el pequeño patio, que hoy es aún más pequeño. "Pasamos cuatro horas en la iglesia, porque todos se sienten más seguros dentro, aunque no haya ningún lugar seguro en toda la Franja", lamenta. 

El padre Gabriel Romanelli, en la celebración del Domingo de Ramos de Gaza, el 13 de abril de 2025.Padre Gabriel Romanelli / Facebook

La parroquia de la Sagrada Familia también ha llorado a varios muertos y heridos en el pasado, aunque en los últimos días su zona se ha librado parcialmente de los ataques israelíes. "Los bombardeos están cerca, a hasta 200 metros de nosotros, pero sólo nos han alcanzado algunas esquirlas. La semana pasada, a veces, la tierra tembló; ni siquiera se oyen los sonidos de las explosiones, solo se siente el temblor de la tierra", relata.

Sin embargo, el deseo de participar en las celebraciones, "especialmente entre los niños y adolescentes", es más fuerte que la devastación y el miedo al conflicto. "Vivimos -añade- con una gran incertidumbre. Una mezcla de alegría y serenidad, como la que se siente durante el silencio y la meditación, combinada con angustia y tristeza porque atacaron el hospital de madrugada".

Sus escasas infraestructuras, explica, están junto a San Porfirio, "donde cayó mucha metralla y hubo heridos" el Domingo de Ramos. Por eso, en este momento, muchos de sus refugiados son ortodoxos, que corrieron los 400 metros que los separan presas del miedo. Es lo que ga menudo se ha llamado "el ecumenismo de sangre", que une a las distintas ramas cristianas en Gaza.

"Todos oramos juntos", dice el padre bonaerense, "por la paz, por todos los que han muerto, por la liberación de todos los privados de libertad, los presos y los rehenes", dice sin olvidar ni a los israelíes aún secuestrados por Hamás (una cincuentena quedan en sus manos, se cree que 35 de ellos están muertos) ni a los palestinos encarcelados, por ejemplo, sin juicio justo ni condena. Una oración "muy sentida", en la que además de paz pidieron "la gracia de la unidad para todos los cristianos del mundo: una unidad de fe, esperanza y caridad". 

Para el párroco de Gaza, una de las prioridades después de haber estado mucho tiempo alejado de los fieles durante los primeros y largos meses del conflicto es "estar cerca de la gente". En eso se afana, pero no es sencillo con la vuelta de la guerra, tras la tregua que trajo apenas un poco de esperanza y una recuperación básica. Ese chispazo de futuro que fue el armisticio no se pierde en esta comunidad, mientras los negociadores de Israel y Hamás siguen manteniendo negociaciones con la mediación de EEUU, Egipto y Qatar. Por ahora, no hay avances para que callen las armas de nuevo, "no hay señales de distensión". "Seguimos pidiendo al Señor la paz en nuestros corazones y entre nuestras familias, y luego, obviamente, la paz en Gaza y en el resto de Tierra Santa", dice Romanelli.

Los cristianos de Gaza pasan por días algo distintos en su rutina, marcados por misas, lecturas y celebraciones, como en el resto del mundo cristiano, pero "sin servicios al aire libre", por razones obvias. "Es demasiado peligroso. Preferimos celebrar de forma más discreta y sencilla", indica. Y, sobre todo, en paralelo, dando ejemplo más allá de la palabra, con los actos, ayudando en un contexto brutal de crisis humanitaria hasta donde les llegan las fuerzas. 

El padre Romanelli hace un llamamiento a los cristianos de todo el mundo, cuando la amenaza del olvido se cierne sobre los palestinos. "Les pedimos que sigan rezando por el don de la paz, que insistan en la paz y en la conversión personal de las familias, por la paz en Tierra Santa entre Palestina e Israel, para que esta guerra pueda realmente llegar a su fin. Debemos convencer al mundo de que es posible detener la guerra, de que es posible detener todos los conflictos, porque la guerra no traerá ningún bien, y cuanto más dure, más daño causará". Su paisano Jorge Bergoglio, dice, es el ejemplo, porque "incluso en estas semanas de prueba física sigue llamándonos y siempre está cerca de nosotros". 

Un grupo de cristianos canta entre palmas en la bajada por el Monte de los Olivos, en Jerusalén, el 13 de abril de 2025.Ammar Awad / Reuters

Tan cerca, tan lejos

En Gaza, por supuesto, ir a los Santos Lugares de Jerusalén, por los que supuestamente Jesús pasó de predicar a ser traicionado, detenido, condenado y ajusticiado en la cruz, es impensable. Antes de esta guerra y desde que en 2007 Hamás comenzase a gobernar la franja e Israel instaurase su bloqueo, apenas unas decenas de los cristianos gazatíes lograban permisos en Navidad o Pascua para salir camino de Jerusalén o Belén. Ahora eso es impensable, cuando ni siquiera se da permiso a los cientos de heridos que necesitan atención urgente en centros egipcios, por ejemplo. 

En Cisjordania se calcula que viven hoy unos 50.000 cristianos palestinos, que en este 2025 han logrado 7.000 permisos de varios días para salir y celebrar la Semana Santa. Sin embargo, más allá de lo reducido del porcentaje de peticiones aceptadas, en este segundo año de guerra total el miedo está haciendo que buena parte de los fieles no usen el salvoconducto. No se atreven a ir a los controles que separan Cisjordania de suelo israelí hasta la capital jerosolimitana, ocupada desde 1967, porque temen ser retenidos durante horas o incluso detenidos. 

Israel ha puesto este año horarios muy limitados -por ejemplo, cierra pasos a la una de la tarde-, que impide a los cristianos ir y volver para las liturgias varias. El Viernes Santo y su procesión por la Vía Dolorosa quedan fuera, son por la tarde, por ejemplo. A eso se suman los controles extra, en número e intensidad, impuestos por las FDI y la policía de fronteras, en su campaña de "gazificación" del territorio cisjordano, denunciada por ONG como la israelí B'Tselem (el Centro de Información Israelí para los Derechos Humanos en los Territorios Ocupados). Los solicitantes de los permisos deben pasar un control de seguridad israelí, recibir una tarjeta de identificación digital y descargar una aplicación móvil para solicitar la entrada, un proceso tedioso que pocas veces tiene buen final.

Edificio del Santo Sepulcro de Jerusalén, en una imagen del Domingo de Ramos, el 13 de abril de 2025.Ammar Awad / Reuters

Se ha dado la paradoja, un año más, de que en las conmemoraciones había personas de España, México o Indonesia, pero no de Palestina. Los locales no pueden ir a recordar a Jesús en los lugares que tienen a tiro de piedra, pero tras los uniformados o los colonos o los muros de Israel. Una política denunciada en un comunicado por el superior adjunto de la Custodia de Tierra Santa, el padre Ibrahim Faltas. "Por segundo año consecutivo, la participación en las oraciones de Semana Santa y Pascua ha sido limitada debido a la guerra en curso -dice-. Las iglesias seguirán orando por la paz, la justicia y la libertad para todos en Tierra Santa". 

Sus gentes se han tenido que conformar con actos en sus ciudades de residencia, de Ramala a Belén, pasando por Jenín, Jericó o Nablus. 

Según Hamás, estas técnicas de su adversario "son parte de las políticas de ocupación fascistas y racistas dirigidas contra nuestro pueblo palestino en todos sus componentes". "Estos intentos criminales y fallidos tienen como objetivo aislar a los palestinos de su tierra y sus lugares sagrados y judaizarlos", señala el Movimiento de Resistencia Islámico en otra declaración.

Además, el informe anual del Rossing Center para la Educación y el Diálogo, organización dedicada a la convivencia interreligiosa con sede en Jerusalén, ha documentado 111 casos de acoso y violencia contra la comunidad cristiana en Israel y Jerusalén Este durante el año 2024 (fueron 90 un año antes). Apenas es la punta del iceberg, dicen los autores, porque los casos son difíciles de documentar pero detectan una "creciente polarización y radicalización dentro de la sociedad israelí". 

De los 111 casos de agresiones reportadas, 47 han sido agresiones físicas que se manifiestan sobre todo con "escupitajos", un comportamiento que ha evolucionado de actos sutiles a manifestaciones abiertamente agresivas. En varias zonas, especialmente en la Ciudad Vieja de Jerusalén, sacerdotes, monjas, frailes y monjes "al ser fácilmente identificados se exponen cotidianamente a estos ataques". Según el informe, los cristianos han informado de un !"nuevo aumento de la frecuencia y agresividad de tales episodios (escupitajos) y, según los testimonios recogidos, los sacerdotes y monjas que viven en ciertas zonas de Jerusalén… se enfrentan ahora a un riesgo casi seguro de sufrir este tipo de acoso cada vez que salen a la calle".

Además de ese acoso, el dossier ha certificado otras violaciones contra el derecho a la libertad religiosa, como que se se ha increpado a los religiosos cristianos o fieles locales para que quitaran las cruces de los espacios públicos.

Durante el año pasado se documentaron 35 casos de vandalismo y profanación en iglesias y monasterios, que incluyeron pintadas en las paredes de los templos, lanzamiento de piedras, incendios provocados y actos de desfiguración en la imaginería cristiana. En un caso especialmente grave, se reportó el allanamiento de una casa de retiro católica en el norte de Israel, en la cual se "dañaron objetos sagrados y se sustituyeron por objetos religiosos judíos", según el informe. Según la investigación, el clima de radicalización está motivada por "una mezcla de fervor nacionalista y extremismo religioso” que impulsa a estos grupos, especialmente dentro de la corriente Hardal, el sector ultraortodoxo de tendencia nacionalista".

Y para completar los males de la comunidad local, Tierra Santa "se ha vaciado de peregrinos cristianos" por la guerra en Gaza y sus consecuencias, lo que ha hundido económicamente, por ejemplo, a las familias que vendían recuerdos en Belén o en Nazaret o fabricaban piezas religiosas en madera de olivo. La "presión" en todas las vertienrtes se hace cada vez más evidente y ha provocado que casi el 48 % de los jóvenes cristianos menores de 30 años consideren emigrar. De ellos, el 77 % atribuye su decisión a la "creciente discriminación y violencia" agravada por la inestabilidad sociopolítica.

Hoy los cristianos de la región pasan su propia Pasión. En unos años, la Tierra Santa puede quedarse, directamente, sin cristianos. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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