General Motors sigue los pasos de Ford y frena la exportación de vehículos a China
El gigante automovilístico reestructura su filial en el gigante asiático y cierra su exclusivo canal de importación en plena guerra comercial entre Washington y Pekín.

General Motors se ha cansado. El gigante automovilístico estadounidense ha anunciado este lunes que dejará de exportar vehículos fabricados en EEUU a China. El anuncio llega en plena guerra comercial entre Washington y Pekín: con la subida de aranceles, pese a la tregua suscrita hace una semana en Suiza, con beneficios que se desinflan y una caótica política estadounidense que, de acuerdo con los propios fabricantes, les complica la vida más que beneficiarles. ¿El detonante? La guerra arancelaria, la pérdida de rentabilidad y las nuevas reglas comerciales que quiere imponer Donald Trump en su segundo mandato.
La decisión de General Motors afecta a The Durant Guild, su canal exclusivo para coches de alta gama, que apenas suponía un 0,1 % de sus ventas en China. Pero en este caso, el tamaño es lo de menos, porque el gesto del fabricante dice mucho. GM reestructura así esa parte del negocio y, de paso, "optimiza sus operaciones" con un movimiento que deja claro que exportar desde EEUU no compensa, ha explicado un portavoz a Reuters. Ford, por cierto, ya tomó la misma decisión en abril y no parece que vayan a ser los únicos.
El problema no es solo la competencia. Es que los coches estadounidenses llegan a China con un sobrecoste de hasta el 100% por culpa de los aranceles, pese a la tregua puntual de Suiza, el panorama global no pinta mejor. Mientras tanto, los fabricantes chinos ganan terreno en los mercados donde antes dominaban estas marcas. BYD, que ya es el mayor fabricante de coches eléctricos, aumentó su beneficio neto un 34% en 2024. La marca MG, propiedad del grupo chino SAIC, vendió el año pasado 243.000 vehículos en Europa, un 5% más respecto a 2023. Ante ese avance, las marcas tradicionales ajustan márgenes, recortan operaciones o, como GM, se retiran de escenarios donde no son competitivas.
Trump enfada a los suyos
A eso se suma la política comercial del propio Gobierno estadounidense, que tampoco ayuda. El pasado 8 de mayo, Donald Trump anunció un nuevo acuerdo con el Reino Unido que abarata la entrada de vehículos británicos en EE.UU. La noticia ha encendido los ánimos entre las tres grandes marcas del país —GM, Ford y Stellantis— que, a través de su lobby American Automakers Policy Council (AAPC), no se han mordido la lengua: “Estamos decepcionados de que la Administración haya dado prioridad al Reino Unido por encima de nuestros socios norteamericanos”.
La crítica no es solo retórica. Según explican, el acuerdo permitirá que un coche británico con poco contenido estadounidense entre con menos trabas que uno fabricado en México o Canadá que sí cumple con el tratado T-MEC. ¿Conclusión? El pacto castiga a quienes sí producen con piezas locales. Fábricas, proveedores y trabajadores en EE.UU. pagan el precio. Y temen que esto siente un precedente para futuras negociaciones con países asiáticos o europeos.
La Casa Blanca ha salido al paso. La portavoz Karoline Leavitt ha explicado que la rebaja de aranceles se aplicará solo a los primeros 100.000 coches importados desde Reino Unido. Luego, vuelta al 25 %. Pero el enfado ya está servido. Y las cifras no ayudan a calmarlo: Ford ha visto desplomarse sus beneficios un 64,6 % y advierte que los aranceles podrían costarle 1.500 millones de dólares este año. GM, por su parte, ha recortado previsiones tras caer un 6,6 % en el primer trimestre.
Tampoco el resto del mapa industrial da motivos para el optimismo. En Europa, las grandes automovilísticas han arrancado 2025 cuesta abajo. Mercedes-Benz, BMW y Volkswagen han registrado caídas de hasta el 43 % en sus beneficios netos. Stellantis ha vendido un 14 % menos, y Renault se mantiene a duras penas. En Japón, Nissan ha encajado pérdidas de más de 4.000 millones de euros y ha anunciado el despido de 20.000 empleados. Toyota, líder mundial, también ha recortado ganancias.