Los caracoles son el gran enemigo de las plantas. Los métodos tradicionales para luchar contra esos moluscos son la sal de Epsom (o sulfato de magnesio) y la ceniza de madera. Sin embargo, ambas soluciones, a la larga, acaban perjudicando al suelo en el que se desarrollan las plantas.

Por ello, lo que los expertos recomiendan esparcir en el jardín para acabar con los caracoles y no perjudicar a las plantas es el fosfato de hierro, una sustancia que actúa una vez que el molusco la ingiere.

Tal y como explica el medio de comunicación polaco Onet, un único contacto del caracol con el fosfato de hierro provoca que el animal "deje de alimentarse, se entierre en el suelo y muera".

Además, una de las principales ventajas del fosfato de hierro respecto al sulfato de magnesio o la ceniza de madera es que ni altera el equilibrio biológico del suelo ni representa una amenaza para otros animales como los pájaros o los erizos.

En el artículo del citado medio polaco se detalla que "los productos a base de fosfato de hierro están disponibles en gránulos pequeños. Basta con espolvorearlo alrededor de las plantas en una dosis de unos cinco gramos por metro cuadrado".

No obstante, es importante tener en cuenta que después de que se produzcan lluvias intensas es aconsejable repetir la aplicación del fosfato de hierro para mantener la eficacia de la sustancia.

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