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De quedarse encerrado en el ascensor a escuchar la radio con C. Tangana, así vivió el apagón en su primer mes en Madrid
Virales

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De quedarse encerrado en el ascensor a escuchar la radio con C. Tangana, así vivió el apagón en su primer mes en Madrid

"En ese momento ya reflexioné sobre si ese día era real o lo estaba soñando".

Javier Borrás junto a su nueva radio en día del apagónImagen cedida por Javi BorrÁs

"Era lunes, empezaba mi cambio de ocho semanas para aumentar masa muscular de cara el verano. Había pasado toda la semana anterior hablando con chat GPT y me había hecho un planning por horas. Perfecto", así de tranquila empezaba la mañana del mallorquín Javier Borrás el día del apagón que sumió en la oscuridad a toda la Península.

"Me levanto a las nueve -algo bastante raro en mí-, me visto, desayuno fuerte, me voy al gimnasio y, al volver, que eran más o menos sobre las 12:30, saludo al portero y me subo al ascensor", relata el mallorquín, lejos de saber todo lo que le quedaba por delante.

"Y de repente, se queda parado el ascensor y sale la lucecita esta de emergencia. Y nada, empiezo a tocar, veo que no hay luz y entonces empiezo a apretar el botón de la alarma tímidamente, pensando: madre mía, voy a hacer aquí un escándalo. Qué vergüenza", confiesa Javier.

"Y lo toco. Pip, pip, pip, pip... Nada, nadie me contestaba. Entonces ya pulso durante un rato y se supone que el propio ascensor pues llama a emergencias directamente. Nada. Nadie me lo coge. Vuelvo a tocar. Nadie me lo coge. Y ya ahí sí que me empiezo a agobiar", prosigue.

"Y ya me empiezo a volver loco. Empiezo ya a tocar como un enfermo, empiezo a gritar"

"Estaba vestido de gimnasio, súper sudado, con un calor brutal ahí dentro. Y ya me empiezo a volver loco. Empiezo ya a tocar como un enfermo, empiezo a gritar el nombre de Rafa, que es el portero de la comunidad", narra Borrás, quien lleva tan solo un mes viviendo en Madrid.

En ese momento, un halo de esperanza. Desde dentro del ascensor el mallorquín escucha a su portero y a dos vecinos más en el piso de abajo. '¿Dónde estás?', le pregunta Rafa a gritos desde alguna parte del edificio, a lo que él responde: "¡Yo qué sé! No sé en qué piso estoy, pero me he quedado encerrado".

Fue entonces cuando Javier empezó a tener un mínimo de información de lo que realmente estaba ocurriendo. "Rafa me dice que es que no hay luz en el edificio y yo, a gritos, le pregunto que si tiene la llave", cuenta Javier.

"Rafa va subiendo pisos. En el de abajo no estaba; sube otro, abre y ahí vi yo un foco de luz de linterna desde abajo. Pero entonces me dice: 'Hostia, pero te has quedado en medio'. Y digo: tío, no me jodas, pero yo creo que puedo salir", afirma Borrás, en un alarde de optimismo.

  Foto de archivo de un ascensor.Getty Images

Y a ello que se lanza. Empujado más por el agobio que por la valentía consigue abrir la primera puerta que se le separa de la libertad, una puerta corrediza. "Abro la primera puerta y veo que hay un hueco de a lo mejor unos 40 centímetros, pero es que luego estaba la otra puerta, ¿sabes?", explica el chico.

"En ese momento yo empiezo a pegar patadas a la puerta y nada, no se abría. Y encima se movía más el ascensor. ¡Yo ya estaba acojonado!", revela el mallorquín. "Ahí es cuando Rafa me dice que pare y que me espere, mientras que él sube al tercer piso con dos vecinos más", añade.

"Y desde el huequecito de menos de medio metro meten entre dos las manos, me cogen por los brazos y empiezan a tirar de mí hacia arriba. Fue muy complicado, porque es que yo ni siquiera tenía impulso para saltar", relata Borrás, reviviendo el agónico momento.

Después de toda esta agobiante situación, sus vecinos le cuentan que no hay electricidad en el edificio, algo que pronto descubriría que tenía una magnitud bastante más allá de su bloque.

  Grupo de amigos en Madrid durante el apagón.GTRES

"Bueno, yo en ese momento, aún un poco aturdido, me fui a duchar, que tenía que ir a trabajar, pero al poner el agua caliente me doy cuenta de que el agua está helada. Cojo el teléfono para llamar a Rafa y preguntarle si también ha afectado a la caldera y veo que no hay cobertura. Y ahí ya empiezo a no entender nada", recuerda el chico.

"Me vuelvo a vestir, bajo y estaba Rafa ahí con los vecinos abajo hablando sobre que no había internet ni cobertura en España. ¡Y ya empieza la paranoia! Pasa uno por la calle y dice: 'no, a mí me han dicho que en Portugal tampoco'. Otro diciendo que en Francia tampoco. Algunos asegurando que esto era un ciberataque de los rusos...", expone.

"Entonces yo, sin tener ni puta idea de qué hacer, subo otra vez a casa. Estoy así un rato hasta que digo: me voy a volver loco. Y entonces salgo a comprar una radio al menos, cogiendo monedas que había literalmente en mi cama, en los bolsillos, por mi cuarto, porque no tenía nada de efectivo", asegura.

11 euros. 9 euros más las pilas, ese fue el precio de la información ese día para Javi. Aunque prontó descubriría que tenía uno de los elementos más preciados del día. 

  Dos personas escuchan la radio en Ferrol durante el apagónEFE

"Vuelvo con la radio a mi portal y nos quedamos escuchándola. Y de repente pasa andando literalmente C. Tangana con una chica. El tío iba con un chándal azul abajo y una sudadera, de esto que ni piensas en vestirte, como si hubiese salido rápido de casa el tío. Y la chica igual, un poco desaliñada", detalla Borrás.

"Él iba también con una radio como la mía así puesta en la oreja. En ese momento yo digo: ¡Hostia Pucho! Me mira, sonríe y se sigue andando. O sea, C. Tangana debajo de mi casa escuchando la radio; en ese momento ya reflexioné sobre si ese día era real o lo estaba soñando. Nada tenía ningun sentido", exclama el mallorquín.

Después de eso estuve con mi compañero de piso una hora, o a lo mejor dos, andando. Volvimos a casa, estuvimos un rato allí jugando a cartas y, de repente, llegó mi mejor amigo con una mochila y vestido de militar. 

"Sabíamos que todo esto iba a durar diez horas, pero de repente queríamos que durase yo qué sé, una semana"

"Entra y nos dice: 'Traigo suministros, no os preocupéis'. Y el tío nos contó que llevaba tres horas por Madrid comprando cosas en distintas tiendas. Había comprado latas de fabada, un camping gas, un montón de gas, velas enormes... Sabíamos que todo esto iba a durar diez horas, pero de repente queríamos que durase yo qué sé, una semana. Estábamos en plan apocalíptico", confiesa Javier.

"Nos preparamos para la cena, encendemos todo el camping gas, las velas... y nada, ahí estábamos haciendo la fabada con el camping gas cuando de pronto se enciende el microondas. ¡Y cero gracia! Nos miramos, empezamos a escuchar silbidos, gritos y aplausos en la calle y a ver encenderse luces. Aún así fue el día más surrealista de mi vida", concluye.

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