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'Here we are', el inolvidable encuentro de Buñuel y Sondheim en el teatro

'Here we are', el inolvidable encuentro de Buñuel y Sondheim en el teatro

El National Theater de Londres estrena un musical de Stephen Sondheim basado en películas de Luis Buñuel en el 125 aniversario de su nacimiento. 

Elenco de 'Here we are'Marc Brenner

Ni la celebración de los 125 años del nacimiento de Luis Buñuel. Ni que las letras y la música las firme Sondheim y sea lo último que hizo antes de morirse. Nada de esto ha hecho que los medios españoles se giren un poquito o pidan a sus corresponsales en Londres que hagan una pieza o una crítica sobre Here we are. Obra que se puede ver en el National Theater de Londres en la que se alían estos dos referentes culturales en lo suyo.

El motivo del triunfo es, primero, Sondheim. Un compositor de musicales que el público adora, sobre todo, el que ya lleva mucho musical. Pregúntenle, por ejemplo, a Antonio Banderas. Un actor que ha participado en varios de los tributos que se hicieron a este compositor en vida y que no pudo evitar darse el protagonista de Company cuando la dirigió en España, un bombón de papel. O a Mario Gas, bajo cuya dirección se ha podido ver varios Sondheim en España A little night of music, Sweeney Todd y Follies. A esta última se apuntaron entre otros, Carlos Hipólito y Massiel.

Luego, que en la obra hay mucho, pero que mucho humor. De hecho el preludio parece la música de una comedia televisiva. Y, si es cierto lo que cuentan los que conocieron al director de cine, el humor era una de sus características vitales, de forma de vida. Y si no se mirasen sus películas con el ceño fruncido de estar viendo una compleja e ininteligible obra de arte, también se vería en ellas ese humor, esa retranca maña.

La retranca que tenía El discreto encanto de la burguesía que, trasladada en esta producción a un entorno anglo, se convierte en una reunión de amigos de clase alta un sábado por la mañana para hacer brunch en casa de otros amigos. El problema es que estos últimos no se acordaban. Y el servicio se les rebela. ¿Quieren brunchear? Pues se lo busquen que hoy es sábado y no toca trabajar, y además no estamos preparados.

  Parte del elenco de 'Here we are'Marc Brenner

Así que salen con lo puesto, literal que una se va a la calle en negligé, a buscar un restaurante por toda la ciudad que les permita hacer ese desayuno comida, que ¡a quién se le ocurrió esta aberración! Lo que permite reírse de la atención y el no-servicio que la burguesía recibe de quienes les sirven, mientras se mueren de sed y de hambre.

Ante los intentos infructuosos de llevarse algo a la boca, por favor, uno de los comensales decide invitarles a casa. Es un decir, es embajador, y su casa es la embajada suficientemente recargada. De ese tipo de decoración que se confunde con la alcurnia y el prestigio. Donde entrarán, pero lo de salir, como ocurre en El ángel exterminador, ya les resultará más difícil. Es otra historia que se convierte en un encierro, mientras en el exterior se oyen bombazos, tiroteos, lo que piensan que es una revolución y con ella el fin de (su)mundo. ¿No es eso lo que indica que quiere una gran parte de la población de los países ricos, encerrarse en su nación de donde no se atreven a salir, por el sentido que le está dando a su voto?

Añádansele sueños, revolucionarios, militares americanos contrarrevolucionarios, un obispo que ante la falta de vocación busca un trabajo, una madre con una oveja, un mayordomo inglés, con ese humor que solo los ingleses entienden, hasta milagros. Y el servicio, siempre el servicio sin el que la burguesía no es nada ni nadie.

Leyendo se pueden preguntar si esta mezcla funciona. Pues sí, funciona. Y fluye con naturalidad, gracias a la parodia, la pantomima, y las canciones, y muchas risas tocando todos esos temas. Y criticándolos. Pues no queda títere con cabeza. Ni la hija de esa burguesía, que móvil en mano fotografía la decadencia de los ricos y famosos a los que pertenece, deseosa de que venza la revolución. Su deseo político, razonado, porque su deseo sexual y amoroso viaja en dirección totalmente contraria. Moviéndose en esa contradicción humana entre razón y corazón.

  Escena de 'Here we are'Marc Brenner

Personajes, seres humanos, siempre en espacios cerrados, encerrados, en espacios privados. El campo abierto queda fuera de la escena. Por eso el escenario es una caja que se ve blanca, pero realmente son espejos en los que cuando se practican sus puertas, que se abren hacia el interior del escenario, se ven reflejados los espectadores.

Cubo que se muestra desde un principio, cuando se entra en la sala, decorado con obras de Damian Hirst y que dos criados se afanan por mantener limpio. Y que el espectador mira de soslayo mientras comenta con sus acompañantes algo banal e intrascendente o se hace selfies.

Un cubo que se convertirá como por arte de magia, la magia del teatro, en una embajada rococó. Curiosamente muy parecido al que usa Marta Pazos en el Orlando en el Centro Dramático Nacional. Cambiándole el color verde de este por uno gris marmolado y luego por el prestigio que dan los marrones y ocres.

Una pirotecnia teatral que para estallar y verse como se ven unos fuegos artificiales, que es como se disfruta esta obra, necesita de buenos actores. Buenos cómicos. Y esta obra los tiene. Conocidos por ser secundarios o haber tenido papeles principales de películas o series de éxito.

Actrices como Jane Krakowski, la popular y entrometida secretaria de Alley Mc Beal en la serie del mismo título. O Jesse Tyler Ferguson conocido por la serie Modern Family o la versión norteamericana de Betty la fea. O Harry Hadden-Paton que ha pasado por The Crown, Wallander y Downton Abbey. O Martha Plimpton a la que se la ha visto crecer en el cine.

  Escena de 'Here we are'Marc Brenner

Esto hace que haya escenas como la del oso, que es mejor no contar, o la del obispo pidiendo trabajo, una ocupación que de sentido a su vida; o la del sueño que canta el militar americano; o la conversación con el obispo sobre qué significa ser y estar, funcionen como un reloj. Consigan su objetivo, de hablarle al espectador desde el sentimiento. Y, muchas veces, desde la sencillez que dan el tener tablas y a la dirección a Joe Mantello.

Es cierto que hay cosas que parecen no terminar de cuajar. La más importante, siendo un musical, es que la orquesta no acaba de encontrar su sitio, o el sonido. Otra, la sensación de que es una obra inacabada. Quizás porque se sabe que Sondheim murió antes de terminarla. Aunque, ha sido Tunick el que la ha orquestado, como casi siempre ya que Sondheim no dominaba la orquestación. Una sensación que produce el hecho de que en el segundo acto hay un parte con poca música. Algo que la evidencia no parece mantener porque si se mira Spotify el número de cortes es casi el mismo en la primera y en la segunda parte. Pasa un poco como Sunday in the park with George del mismo compositor.

Con todo y con eso, merece la pena desplazarse a Londres y celebrar el encuentro entre estos dos popes de la cultura del siglo XX. Y descubrir que la inspiración de Buñuel es alargada. Una inspiración que ha permitido que Sondheim vuelva a hacer de las suyas con las letras y las músicas. Lo que convierte Here we are en un momento teatral, entre los muchos existentes, que no se sabe porque se recordarán. Ese es el misterio las películas de Buñuel y las comedias de Sondheim. Hechas para hacernos reír y cantar sobre lo que pasa y lo que nos pasa.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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