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Una diva es valiente, poderosa o por qué cuando se nos pega una canción no podemos parar de cantarla

Eurovisión

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Una diva es valiente, poderosa o por qué cuando se nos pega una canción no podemos parar de cantarla

Un investigador del Centro de investigación en neurociencias dependiente del CSIC y una psicóloga y musicóloga lo analizan.

Melody durante la primera semifinal de EurovisiónGetty Images

"Tsamina mina, eh eh, Waka waka, eh eh", cómo bailar el chiki chiki, La Bamba, o, desde hace unos meses, "una diva es valiente, poderosa, su vida es un jardín lleno de espinas y rosas". Eurovisión celebra este sábado su final, pero la propuesta de la delegación española, encabezada por Melody, lleva resonando desde hace meses en las cabezas de muchos y muchas. La artista la entona allá por donde va el estribillo de su tema, Esa Diva, como sucedió en la gala de los Goya. Y, cada vez que ella o cualquiera la canta, parece imposible no dejar de repetirla. 

Esos fragmentos de canción que, una vez entran, cuesta mucho sacar de la cabeza es lo que se denominan "gusanos auditivos". Este término es la traducción del concepto earworm, que ideó el psiquiatra Cornelius Eckert. Así lo cuenta, en conversación con El HuffPost, la musicóloga y psicóloga especializada en neurociencia Elisa Victoria Iruzubieta-Pickman.

El término, concreta la experta, hace referencia a "un fragmento de música que suele durar unos 20 segundos, que llega automáticamente a nuestra conciencia y se repite como en un bucle".

"Lo que nos dicen las investigaciones sobre los efectos neurobiológicos de la música, es que ciertas características musicales hacen que la música o las canciones tengan más probabilidades de convertirse en pegadizas", apostilla; sin embargo, esos estudios "son muy especulativos", asegura el investigador en el Instituto Cajal, el Centro de investigación en neurociencias dependiente del CSIC, José Luis Trejo.

Él sigue su explicación señalando que, "generalmente, se aducen una serie de cosas como, por ejemplo, ciertas cadencias, el tiempo que tardan, si son más melódicas o no, si los trozos que se te meten en la cabeza son muy repetitivos y muy simples".

Atendiendo a las características más vinculadas a la forma y la armonía musicales, así como a la composición, Iruzubieta-Pickman apela, además de a la repetición y la sencillez, a la prosodia y otros recursos. Es decir, la acentuación, las métricas, la duración de las notas o los cambios de tonalidad. "El objetivo final es modular el afecto del oyente subrayando con el sonido el mensaje que se quiere enfatizar", señala.

Y esos son, precisamente, algunos de los elementos que la musicóloga ha detectado en la propuesta de Melody. "La estructura armónica, la sencillez y la repetición favorecen que este tema se pueda tararear al instante", afirma. Por otro lado, habla del ritmo: "Crea un patrón cíclico al que el cerebro y el cuerpo pueden adaptarse y sincronizarse".

"Es muy corto, muy rotundo y muy contundente", dice Trejo, en referencia al estribillo de Esa Diva. La propuesta de la delegación española para Eurovisión cumple con algunas de esas características que la hace pegadiza, como que "son ritmos muy fáciles, cortos y muy impactantes"

Iruzubieta-Pickman añade a todos estos componentes la base musical sinfónica que han preferido para la versión final de la canción, que "refuerza una sensación de potencia sonora, consecución y poder a lo largo de sucesiones que se dan en la armonía". Una serie de rasgos que se ven combinados, prosigue la experta, con la letra, "relacionada con el empoderamiento colectivo, creando un sentido de unidad y experiencia compartida, lo que aumenta la sensación de disfrute, la participación y la emoción". 

"Como consecuencia, al escuchar esta música, que reconocemos, distintas partes de nuestro cerebro se activan, como la corteza auditiva, la motriz y otras áreas de la memoria y del procesamiento emocional", concluye. 

En competencia con la memoria de trabajo

Cuando una persona escucha una canción, sea cual sea, se activan la corteza auditiva, el hipocampo y la corteza prefrontal, además de otros núcleos, detalla, desde el Instituto Cajal, Trejo. El hipocampo es el que trabaja con la memoria tanto de trabajo como la de a largo plazo.

"Es muy llamativo que se active la corteza auditiva", reconoce el experto acerca de este proceso. El motivo de que lo encuentre interesante tiene que ver con que "la corteza auditiva ha participado activándose cuando has oído la canción", asegura, "pero muchas veces se te activa y tú no estás escuchando la canción". Lo que ha pasado es que "se te viene a la cabeza ese ritmo repetitivo", apostilla.

En cuanto al hipocampo, "es normal" que se estimule. El mismo experto precisa que se debe a que es "cuestión de la memoria, de la memoria de trabajo". De hecho, los ritmos pegadizos "compiten" por esta. "No por nuestra memoria a largo plazo ni nuestra memoria episódica, pero sí la memoria de trabajo", precisa, que es la que es más a corto plazo. Ello responde a que el gusano auditivo y este tipo de memoria en concreto hacen uso de los mismos recursos. 

La importancia de la conexión emocional

José Luis Trejo asegura que, además de esas regiones, al escuchar música también se activan zonas del cerebro que tienen que ver con las emociones. Es el caso de la corteza prefrontal o la amígdala. Pero estas únicamente lo hacen cuando "la música en concreto para el sujeto en particular le produce cierto valor emocional", indica. "Ojo que el valor emocional para una persona puede ser una ópera y para otro puede ser una ópera rock", esgrime.

En este sentido, la psicóloga y musicóloga, sentencia que esos temas que "desencadenan algún tipo de carga emocional, ya sea conscientemente o no, o las canciones asociadas con un recuerdo en particular, son las más propensas a quedar atrapadas en nuestra mente". Y ese valor emocional no tiene por qué venir marcado por lo que diga la letra. De hecho, "sobre todo", esas áreas del cerebro se activan gracias al ritmo. "Porque la suma de la melodía más el tono emocional que pone el cantante en su voz se reconoce como una emoción", añade.

Pero la importancia del ritmo va más allá. En el caso de algunos estilos de música, como ocurre con la el género disco o el reguetón, entre otros, su cadencia tiene cierta similitud con los latidos del corazón. Al menos, en lo que a la cadencia se refiere. Trejo continúa con el ejemplo del estilo reguetonero. "Es un ritmo muy sincrónico, muy repetitivo".

Retomando el papel que desempeñan las emociones, según Iruzubieta-Pickman,"se ha visto que el estrés, la ansiedad, o la falta de descanso, pueden afectar la memoria de diversas maneras, a menudo dependiendo de la importancia emocional del recuerdo que evoca la música". Ella apela al ámbito clínico, desde el que se han descrito las canciones pegadizas como una forma de rumiación, "en la que nuestros sistemas de memoria se atascan como en un bucle", explica.

Es por ello que aquellas personas que son diagnosticadas con algún tipo de trastorno del estado de ánimo, bien sea la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o el de estrés postraumático (TEPT) "sean más vulnerables a las canciones pegadizas", prosigue la psicóloga, autora del libro Kama muta y lullaby. "Sus cerebros, en esa condición, están programados para rumiar", apostilla. 

El radiocassette cerebral, en off

Una vez empieza, parece imposible acabar. Cuando empieza el bucle musical mental puede llegar a resultar cansado, o tal vez, no. Depende de cada cual. Sea cual sea el caso, se han estudiado las maneras de ponerle fin. Y, a partir de estas investigaciones, se han podido extraer algunas sugerencias. Una de ellas es la de escuchar la canción completa. "No sólo el fragmento pegadizo", precisa Elisa Victoria Iruzubieta-Pickman.

Es un método con el que "puede cerrar el ciclo cognitivo y ayudar a satisfacer esa picazón", continúa la psicóloga. Según su explicación, ha quedado demostrado que aumentando la carga cognitiva, la atención consciente queda desviada a otro estímulo y, así, se favorece despejar ese bucle musical de la memoria de trabajo.

"Finalmente, también se ha propuesto simplemente masticar un chicle", sentencia la musicóloga. Ella cita un estudio de la Universidad de Reading, que va en la misma línea que el anterior truco, pero a partir de una actividad motora. Llevarla a cabo podría estar vinculada con la interferencia de esos "pensamientos musicales voluntarios e involuntarios en general", concluye. 

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Aitana Villegas es redactora de LIFE en El HuffPost. Se graduó en Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y ha pasado por las redacciones de Público y Diario AS. Puedes contactar con ella escribiendo a: [email protected]

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