Arranca el plan para detener la invasión de serpientes: premio de 9.000 euros a quien atrape la mayor cantidad
Cada ejemplar cazado es recompensado con hasta 175 dólares (153,45 euros).

El silencio de los Everglades es inquietante. Ya no se escucha el canto de las aves ni el croar de las ranas. En su lugar, solo el susurro del viento sobre la hierba cortada. Esta vasta región pantanosa del sur de Florida, antes repleta de vida silvestre, está siendo devorada lentamente por un invasor: la pitón birmana.
Estas enormes serpientes, que pueden superar los cinco metros de longitud, se han convertido en depredadores dominantes en el ecosistema. Introducidas accidentalmente en los años noventa tras ser importadas como mascotas exóticas desde Asia, muchas fueron abandonadas en la naturaleza, incluso arrojadas por inodoros, ganándose el apodo de "serpientes de inodoro". Hoy, las autoridades estiman que podría haber más de un millón de ejemplares en los Everglades.
Las pitones no tienen depredadores naturales en esta región, lo que las convierte en una amenaza sin precedentes. Devoran desde pequeños mamíferos hasta caimanes y han arrasado con gran parte de la fauna local. Su adaptabilidad y sigilo las hacen casi invisibles entre la densa vegetación.
Una caza sin descanso
Donna Kalil, una de las cazadoras oficiales del estado, recorre cada noche los caminos de tierra en busca de estos reptiles. Con una linterna, una camioneta adaptada y un destornillador como herramienta letal, ha dado muerte a más de 700 pitones."No me gusta hablar de matar", dice. Pero lo hace. Con precisión y sin margen para el error.
Kalil forma parte de un programa estatal que paga a cazadores profesionales para controlar la población de serpientes. Cada ejemplar cazado es recompensado con hasta 175 dólares, y existe un bono adicional por nidos con huevos. Además, Florida organiza cada año la Python Challenge, una competencia abierta a cualquier ciudadano con un curso básico, en la que se premia con 10.000 dólares al participante que capture más serpientes.
Una batalla científica perdida
A pesar de los esfuerzos, los resultados son desalentadores. Desde 2005, apenas se han eliminado unas 12.000 pitones, una fracción mínima frente a la población estimada. Biólogos como Brandon Welty intentan estudiar sus movimientos mediante transmisores y rastreos semanales, pero el espeso paisaje de los Everglades complica la tarea. "Puede que ya hayamos perdido", admite con resignación. Los intentos con perros rastreadores, drones o señuelos hormonales tampoco han dado frutos.
Las pitones utilizan los canales acuáticos como autopistas naturales para expandir su territorio. Su digestión, una de las más eficientes del reino animal, les permite alimentarse de presas grandes y sobrevivir semanas sin volver a cazar. Su organismo se adapta a una gran velocidad, aumentando el tamaño de sus órganos internos durante el proceso digestivo.
Un nuevo rival aparece
Rosie Moore, geocientífica y divulgadora, también se suma a la lucha. Desde su estilo poco convencional, con atuendos deportivos y coches de lujo, recorre la zona en busca de serpientes. "Me encantan, pero no deberían estar aquí", afirma. Documenta los daños causados por estos reptiles y colabora en investigaciones sobre su impacto ecológico. Según ella, el peligro ya no se puede erradicar, pero aún es posible mitigar.
Y mientras Kalil vuelve a casa sin una nueva captura, lanza una última advertencia: "¿Has oído hablar del tegu?" Se refiere a otra especie invasora, un lagarto sudamericano que devora los huevos de caimanes y aves. "Parece que tenemos un nuevo enemigo… y podría ser incluso peor que las pitones", concluye.