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Sale a pescar, acaba 438 días a la deriva, sobrevive con la mente al límite y a la vuelta le acusan de canibalismo

Sale a pescar, acaba 438 días a la deriva, sobrevive con la mente al límite y a la vuelta le acusan de canibalismo

Remó hasta una isla del Pacífico con el cuerpo cubierto de heridas y la mente al límite: “Hablaba con él incluso después de muerto”

Salvador Alvarenga, rescatadoAgencias

Salvador Alvarenga cogió la barca con la idea de echar la jornada. Era noviembre de 2012 y salió a faenar junto a Ezequiel Córdoba, un chaval de 22 años que acababa de empezar como aprendiz. Pero a las pocas horas, el motor dijo basta. Una tormenta de las que no dan tregua los arrastró mar adentro. No volvió a tierra hasta 438 días después.

Lo ha contado hace poco en el pódcast Tenía la duda, de Podimo, donde ha revivido una historia que suena más a novela de náufragos que a relato real. “Fue un error salir aquel día, pero yo solo quería pescar”, reconoce. A partir de ahí, todo fue una pelea por seguir respirando: cazaba peces y pájaros como podía y bebía su propia orina para no deshidratarse, según recoge RAC1.

Córdoba no aguantó. Dejó de comer, de beber, y se fue apagando. “El hambre lo consumió. Murió en mis brazos”, cuenta Alvarenga, con la voz todavía temblorosa. Durante más de una semana convivió con el cuerpo del chaval. No sabía qué hacer. “Hablaba con él incluso después de muerto. Lo necesitaba para no volverme loco”, confiesa. Cuando ya no pudo más, lo soltó al mar.

Más de un año perdido en medio del océano

Los días pasaban sin cambios. Agua por todas partes y ni rastro de tierra firme. Hasta que un día algo empezó a oler distinto. El agua sabía menos salada, las aves eran más abundantes y las olas parecían moverse de otra forma. “Pensé que era un espejismo”, recuerda. Pero no. Entre la niebla, apareció la silueta de una isla. Con lo poco que le quedaba de fuerza, se echó al remo hasta alcanzar la playa del atolón de Ebon, en las islas Marshall. Allí lo encontraron dos personas, hecho un cristo, desorientado, cubierto de heridas y con una barba que hablaba por sí sola. Avisaron a las autoridades.

Su historia dio la vuelta al mundo, pero no todos la compraron. Hubo quien se le echó encima con una acusación seria: canibalismo. Que si se había comido al compañero para sobrevivir, que si no cuadraban los tiempos… No apareció ni una sola prueba que lo confirmara. Y el hecho de que apareciera vivo, a más de 10.000 kilómetros del punto de partida, reforzó aún más su versión.

Alvarenga dice que lo que lo salvó no fue la fuerza física, sino la cabeza. “Los pescadores viejos siempre me dijeron que el mar te puede destruir, pero también te puede hacer fuerte si no te rindes. Y yo no me rendí”. Aprendió incluso a leer a los pájaros. “Cuando los veía volar en círculos, sabía que la tierra no estaba lejos”.

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