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Los Santos Lugares de la Pasión de Cristo: de historias, mitos y peleas por cada piedra

Los Santos Lugares de la Pasión de Cristo: de historias, mitos y peleas por cada piedra

La Semana Santa tiene en Jerusalén su epicentro, en un recorrido que se apiña en un puñado de calles donde todo se superpone. Una mezcla de evangelios, tradición oral y arqueología que apasiona incluso sin necesidad de fe. 

Una corona de espinas en la llamada "Prisión de Cristo", donde se cree que estuvo cautivo en sus últimas horas, en la Vía Dolorosa de Jerusalén.Artur Widak / NurPhoto / Getty

Jerusalén es el epicentro de la Semana Santa. Allí discurrió la pasión de Cristo, de la alegría de las palmas a la agonía, la muerte y la resurrección, y cada año ve cómo se recrea ese bucle de dolor y esperanza en los llamados Santos Lugares, un recorrido que se apiña en un puñado de calles donde todo se superpone, una mezcla de evangelios, tradición oral y arqueología que apasiona incluso sin necesidad de fe.

Todo está a la mano, todo está cerca, todo conectado de las lomas del Monte de los Olivos a una esquina de la ciudad vieja, entre la zona árabe, la cristiana y la judía de esta capital triplemente santa, donde nada escapa, además, al conflicto actual entre palestinos e israelíes y donde los cristianos hoy no superan los 10.000 vecinos. 

Dice el evangelio de Mateo: "La multitud que iba delante y la multitud que venía detrás gritaba: ¡Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en lo más alto de los cielos!". La Semana Santa empieza con el Domingo de Ramos, el momento en que Jesús llegó a Jerusalén. A primera hora de la tarde, una procesión de palmas y ramos baja hacia la ciudad por las calles empinadas que vienen desde el santuario de Betfago o Betfagé, en Betania. Desde allí Jesús de Nazaret envió a sus discípulos a por un borrico, con el que entró finalmente en Jerusalén.

Fieles cristianos levantan ramas de palmas mientras marchan en el Monte de los Olivos en Jerusalén, el 13 de abril de 2025.Saeed Qaq / Anadolu via Getty Images

Hoy la zona es un barrio palestino, que como en resto de la parte árabe está ocupado por Israel. En las faldas de su colina, desde la iglesia de la que parte la comitiva, se han incrementado los casos de casas robadas por colonos israelíes, que han llenado de banderas sus ventanas y terrazas. Los choques en la zona no son tan violentos como en Cisjordania, pero la tensión es constante y la presencia policial a veces complica la vida diaria de una zona que, además, tiene muy cerca algunos de los principales centros sanitarios para la población árabe. El muro de separación impuesto por Israel y declarado ilegal por la justicia internacional se ve a pocos metros de esa iglesia. 

La tradición señala que Jesús vio por primera vez la ciudad de Jerusalén desde esta montaña. El Monte de los Olivos, antes de la Pasión, ya había sido fue escenario de muchas de las enseñanzas del llamado Hijo de Dios a sus discípulos y seguidores, y desde allí inició el camino de su entrada triunfal a Jerusalén. También en ese monte Jesús ascendió al cielo finalmente (Hechos 1, 6-12), mientras impartía su bendición a sus apóstoles. Aunque, como veremos, el sepulcro no está precisamente en esta zona y hay un salto espacial importante entre los dos escenarios. 

Hacia el final del siglo XI, por lo menos 24 iglesias fueron construidas en esta montaña que se ha convertido en casa de miles de monjes y religiosas. La Iglesia de Getsemaní, llamada la Iglesia de todas las Naciones, fue construida en 1924 en el lugar donde, desde siglo IV, tres templos marcan el lugar donde Jesús oró, con los olivos milenarios aún en pie y visitables. 

Debido a que está localizado en la ruta entre Jerusalén y Betania, el Monte de los Olivos es reconocido por los cristianos, desde la época del emperador romano Constantino, como un lugar idóneo para los hechos que se han descrito en los evangelios. Fue la madre de este emperador, Helena, la que lo localizó con un grupo de historiadores y arqueólogos, en una visita que dejó para el futuro, y hasta hoy, la ruta de los principales Santos Lugares. 

Antes de seguir el recorrido de Jesús, merece la pena explicar un poco de esta señora -que acabó siendo santa-, su contexto y sus decisiones. Estamos en Constantinopla, en el siglo IV. El emperador Constantino I establece la religión cristiana como la verdadera y Occidente se transforma. Pero tiene una preocupación: dar a su fe un empaque histórico serio. Por eso pide a un nutrido grupo de expertos que busquen todos los restos y localizaciones posibles. Y pone a su madre a la cabeza de todos ellos en un viaje a Tierra Santa en el que tiene como meta encontrar la cruz de Cristo, la prueba física e irrefutable de la religión verdadera. Helena superaba los 80 años pero asumió el rol de exploradora, habló con todo el mundo y dio con las (supuestas) localizaciones exactas, sobre todo de la Vía Dolorosa y el Santo Sepulcro. Ordenó tirar templos viejos, como uno de Venus, y levantar nuevas edificaciones cristianas. 

Su enfebrecida búsqueda fue tan intensa que dio además con la Vera Cruz, los clavos de Cristo, la tablilla de la cruz donde venía escrito el lema "INRI", un pedazo de la túnica que vistió Cristo durante su crucifixión, la escalera por la que ascendió para ser juzgado, un fragmento de su cuna... Ya había sustento tangible en el que creer. 

Una cristiana participa en la procesión del Domingo de Ramos del 13 de abril de 2025, a su paso por el mirador del Monte de los Olivos, con la vieja y la nueva Jerusalén de fondo.Ammar Awad / Reuters

Pero estábamos en el Monte de los Olivos. Desde allí, Jesús fue a la ciudad alta de Jerusalén, la ciudad amurallada. La procesión del Domingo de Ramos sube por ul repecho que acaba en la Puerta de los Leones o de San Esteban, en el lado árabe. Es el punto en el que comienza la Vía Dolorosa, donde están desde el lugar de nacimiento de la virgen María al espacio donde los romanos se jugaron la capa de Jesús. Casualidades, enormes casualidades de la historia, todo junto.

También allí hay una garita permanente de vigilancia de la Policía de Fronteras de Israel. El acceso se corta cuando hay picos de violencia o sin necesidad de ello, para proteger fiestas judías o como represalia. Por ejemplo, los fieles musulmanes se ven con frecuencia privados de acceder por esa puerta a la Explanada de las Mezquitas, donde está la Cúpula de la Roca y Al Aqsa. Al lado de la puerta, además, hay un cementerio musulmán aún en uso. 

Se supone que Jesús pasó unos días en la ciudad, coincidiendo con la Pascua judía que había ido a celebrar, y que este año coincide con la Semana Santa cristiana. Su actividad puso en guardia a los romanos que entonces mandaban en la zona, aumentando su fama de rebelde, y así llegamos al jueves, cuando llega el momento de la despedida y el prendimiento. "Luego echó agua en el recipiente y comenzó a lavar los pies de los discípulos y a limpiarlos con la toalla con la que se había ceñido", escribe el evangelista Juan sobre la Última Cena. En el Monte Sión, ya dentro de la ciudad vieja y en el punto donde hoy arranca el cuarto judio, se conserva aún el Cenáculo, donde se supone que se produjo ese encuentro final entre Jesús y sus seguidores más fieles y se instituyó, también, el sacramento de la Eucaristía.

Ocupa la segunda planta de un edificio que fue una antigua iglesia bizantina y luego un monasterio franciscano, apenas una sala de bóvedas ojivales de la época de los cruzados y con restos de haber sido una antigua mezquita, también. Está enclavado en la zona armenia de las cuatro en que se divide la ciudad vieja (las otras son la cristiana, la musulmana y la judía) y tampoco se libra de roces ya que, curiosamente, en el piso inferior se supone que está la tumba del rey David, a la que acuden a rezar los fieles judíos. Cuando hay fiestas coincidentes, se complican las visitas y en ocasiones hay roces. 

De hecho, el Cenáculo es propiedad del Estado de Israel desde 1948, por lo que no está permitido celebrar misa allí. La liturgia que se permite el Jueves Santo es muy simple y rápida. Como resumen en un chiste viejo los franciscanos de San Salvador, los frailes a veces no necesitan ni bañarse de los escupitajos que reciben, además de zarandeos e insultos, en este y en los demás lugares sagrados.

El papa Benedicto XVI, en el Cenáculo, durante una visita oficial en 2009.Amos Ben Gershom / GPO / Getty

Es hacia las nueve de la noche del jueves que se celebra en Getsemaní una procesión, más la Hora Santa en el Huerto de los Olivos para meditar sobre la agonía de Jesús en esa noche, el momento de soledad que buscó el Mesías antes de su prendimiento, hasta donde fue acompañado de sus discípulos. Getsemaní es un pequeño bosque cerca de una prensa de aceitunas cruzando el Valle del Cedrón. Significa "el lugar de la prensa".  Horas más tarde, el cortejo, con velas y en silencio, va hasta el palacio de Caifás, donde se conmemora el arresto de Cristo.

El Monte de los Olivos está frente a los muros de Jerusalén, cara a cara con la Explanada de las Mezquitas, con una de las vistas más impresionantes de la ciudad. La Custodia de Tierra Santa de la Orden Franciscana tiene allí la Basílica de Getsemaní o de las Naciones. En su interior se encuentra la porción de roca en la que, según la tradición, Jesús oró la noche de su arresto. Es la zona por la que baja la procesión del domingo, por lo que a sus espaldas están las casas de los colonos, también. Antes de descender del monte, se encuentra el lugar donde la tradición ortodoxa sitúa la tumba de María, madre de Jesucristo.

El Monte de los Olivos en Jerusalén, alrededor de 1920. La Iglesia de María Magdalena se encuentra en el centro, con la de Todas las Naciones en la parte inferior izquierda.Getty Images

El terreno siguiente es uno de los mayores cementerios judíos de la ciudad, con tumbas de algunos de los rabinos locales más destacados, por lo que la zona es severamente vigilada cuando hay alguna fiesta, en pleno barrio árabe.

La procesión bordea la muralla de la ciudad vieja hasta el ya inexistente palacio de Caifás y, aunque no suele durar más que un par de horas, eso obliga a cortar la carretera y, con ella, el acceso en bus a los ultraortodoxos que tratan de llegar al Muro de las Lamentaciones, que tiene su acceso poco más arriba. Ha habido incidentes regulares entre haredim que gritan o increpan a los fieles cristianos, pero la policía vigila de cerca la zona, siendo el tesoro turístico que es. No van a más.

Donde mandaba en tiempos Caifás ahora se levanta una iglesia, la de San Pedro en Gallicantu, llamada así porque es el lugar donde el discípulo Pedro negó tres veces a su maestro antes de que cantase el gallo. Fue un santuario bizantino, levantado en el año 457 y reformado recientemente.

La condena, la espera

En la confusión que rodea la historia de aquella noche destaca el debate sobre el lugar donde fue condenado Jesús por Poncio Pilato, la máxima autoridad romana en Judea en ese momento. La tradición señala tres posibles sitios, que en aquella época sedes de la administración política o militar de los romanos. El primero es el Palacio de Herodes, el que más posibilidades tiene, señalado como la residencia de Pilato en Jerusalén. Fue construido alrededor del año 24 antes de Cristo, en la zona sudoeste de las alturas de la ciudad de manera que estuviera protegido por los muros de Jerusalén. Entrando en el Forum, Pilato, ante una exaltada multitud, juzgó y condenó a muerte a Jesús. Posteriormente, lo entregó a los soldados para ser azotado, y luego el Señor salió por unas de las puertas del palacio rumbo al calvario.

Pero también se especula con que a Jesús se lo llevó al Palacio bajo de Herodes, localizado muy cerca del puente que une la Ciudad Alta con el cerco del templo. Muchas tradiciones cristianas lo señalan como el verdadero. Es, además, el más cercano al Calvario, a una distancia bastante corta.

El tercero en discordia sería la fortaleza de Antonia, construida por Herodes en la esquina noroeste del Templo de Jerusalén para protegerla de posibles ataques. En la época de las Cruzadas, este lugar fue usualmente considerado como el espacio donde Cristo fue juzgado pero hoy en día, gracias a los recientes y mejores estudios topográficos de la zona y sin perder de vista la visión histórica de la ciudad en aquel entonces, los expertos han coincidido en señalar el Palacio de Herodes como lugar más factible. Los tres escenarios, en cualquier caso, son plenamente reales y formaron parte del entramado de poder de Roma en Jerusalén.

Iglesia de San Pedro (Gallicantu), en Jerusalén.Reynold Mainse / Design Pics Editorial / Universal Images Group via Getty Images

También hay neblina sobre el espacio de tiempo entre que Jesús fue arrestado en Getsemaní y el calvario posterior. Los evangelios señalan que fue llevado de la casa de Anás (Jn 18, 12-13), a la casa de Caifás, su cuñado (Mt. 26, 57) o a la casa del Sumo Sacerdote (Lc 22, 54). Muchos de estos lugares se localizan en algún lugar de la parte alta de la ciudad de Jerusalén, donde los judíos más influyentes en los tiempos de Cristo vivían en espléndidas casas, muchas de ellas construidas en tiempos del emperador Herodes quien inició la reconstrucción masiva de la ciudad. Sin embargo, en el año 70 después de Cristo la ciudad alta fue destruida por el voraz incendio provocado por los romanos. De eso apenas queda nada. 

Tras su reconstrucción, en el siglo II se descubrieron evidencias de pequeños templos cristianos en vecindarios muy cerca al Monte de Sión. Precisamente, en uno de estos vecindarios, y según la antigua tradición cristiana, se localiza la casa donde los apóstoles y la Virgen María se reunieron para recibir el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Y, en el siglo IV la casa de Caifás también fue localizada en uno de estos vecindarios o señalada al menos como tal por diversos investigadores. 

Barranco abajo, a los pies de Caifás/Gallicantu, se abre el barrio palestino de Silwan, uno de los más populosos y, también, el más azotado por la presencia de colonos. Son constantes las denuncias de llegadas de nuevas familias, habitualmente judíos radicales, que han ocupado casas o las han comprado bajo cuerda, con lo que la zona es un queso gruyere, con banderas de Israel salpicando la zona. Los judíos sostienen que Silwan, en el pasado, fue hogar de judíos yemeníes y tienen derecho al retorno. Los palestinos de las guerras del 48 y el 67 sólo tienen derecho al retorno en las resoluciones de la ONU.

Para los judíos, ese barrio es muy codiciado porque en él se encuentran los restos arqueológicos de la llamada Ciudad de David y porque es el punto más cercano al último vestigio del Templo del rey Salomón, hijo del rey David, un espacio destinado a contener el Arca de la Alianza y las Leyes que Yahvé otorgó a Moisés. Hablamos del Muro de las Lamentaciones, de los Lamentos o Kotel. Sobre él, otro santo lugar, no para los cristianos ni para la Semana Santa, pero clave en el choque religioso que también alberga el conflicto palestino-israelí: la Explanada de las Mezquitas.

Vía Dolorosa y Gólgota

Pasó el jueves, llegó el viernes, y con la luz comenzó el camino que llevaría a la muerte a Jesús. "Era alrededor del mediodía, cuando el sol se eclipsó y se oscureció sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde". Lucas es el más preciso a la hora de ajustar los tiempos en el Viernes Santo, el día en que muere Jesús. Esta jornada, en Jerusalén, la procesión recorre la Vía Dolorosa, siguiendo el Vía Crucis. Fieles y religiosos pasan por las 14 estaciones -la condena, la cruz, las caídas, los encuentros- hasta llegar al Santo Sepulcro -la muerte y la crucifixión-.

El recorrido comienza en la Vía Dolorosa, esa que hemos visto que arranca con el control de fuerzas israelíes y los accesos a Al Aqsa. La zona está trufada de iglesias y tiendas, pero cuando gira a la izquierda, entre la cuarta y la quinta estación, también aparece un edificio tomado por judíos. Frente a ella, en la calle que conecta con la Puerta de Damasco, otra bandera azul y blanca en una casa que fue ocupada por el que fuera primer ministro israelí, Ariel Sharon. En todo lo alto, la menorah, candelabro de siete brazos, símbolo tradicional del judaísmo.

Fieles cristianos completan el Via Crucis por la Vía Dolorosa de Jerusalén, el 8 de marco de 2020.Artur Widak / NurPhoto / Getty

La cuesta por la que prosiguen las estaciones, hasta llegar al Santo Sepulcro, es de los tramos más tranquilos de la ciudad vieja, en la zona cristiana. Sin embargo, también es un foco de desazón para esos cristianos palestinos a los que se les deniega el acceso a los santos lugares si Israel entiende que no procede por razones de seguridad. Desde que Hamás atacó a Israel el 7 de octubre de 2023 y comenzó la ofensiva de respuesta en Gaza esas denegaciones se multiplican. 

La crucifixión, calificada por los antiguos escritores como la peor y más dolorosa muerte posible, era comúnmente empleada por los romanos en el tiempo de Cristo para castigar y dar muerte a los esclavos y rebeldes. Tras ser sentenciado, la víctima usualmente cargaba hasta el lugar de la ejecución el madero para la cruz. La flagelación y otras formas de tortura protagonizadas por los ejecutores era parte de este cruel proceso.

Los romanos usaban varios métodos de crucifixión. Siguiendo el más común, del cual Jesús probablemente fue víctima según el Vaticano, el condenado era primero despojando de sus vestiduras y luego clavado a la cruz; estos clavos atravesaban los huesos de sus brazos y de sus pies. Como el peso del cuerpo de la víctima cerraba el conducto de la respiración, la víctima fallecía por asfixia, muchas veces, luego de días de intenso dolor.

Jesús se supone que fue primero por un tramo cuesta abajo, en el que enclavan hoy las primeras de las 14 estaciones de recorrido hasta la cruz: la primera estación del Vía Crucis marca el juicio de Poncio Pilato a Jesús, seguido de la corona de espinas y los azotes, que dan nombre a la Iglesia de la Flagelación. En la segunda estación se encuentra la Iglesia de la Condenación, donde Cristo fue obligado a llevar la cruz y en las estaciones III, VII y IX, Cristo fue llevando la cruz, cayó al suelo en tres ocasiones. En cada estación hay capillas e iglesias donde los fieles se detienen a rezar y recordar estos momentos, incluyendo la capilla donde los romanos se jugaron su túnica, donde hay una piedra con un supuesto tres en raya de la época, hecho por los soldados. 

Luego la cuesta cambia y asciende, hacia el Gólgota, en las estaciones en que Jesús se detuvo con varias personas: su madre, Simón, la Verónica, las mujeres a las que consuela el condenado... La muerte y crucifixión llega en las estaciones X a  XIV. Las últimas cuatro Vía Crucis se encuentran dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro y representan el momento en que Jesús es despojado de sus ropas, su crucifixión, su muerte, el bajado de la cruz y el entierro.

El Gólgota -o monte de la calavera-, estaba localizado en el noreste de la ciudad, adyacente a una cantera de caliza donde Jesús fue sepultado en una tumba luego de su crucifixión. Algunos años después, la extensión de las murallas de la ciudad, y por consiguiente, el crecimiento mismo de Jerusalén, impidió que en dicho lugar se continuase enterrado a las víctimas.

Hoy el peregrino llega a una basílica, la del Santo Sepulcro, con custodia compartida entre el Patriarcado ortodoxo y el Patriarcado latino de Jerusalén que marca el lugar donde Jesús fue crucificado, recibió sepultura y resucitó. El viejo Gólgota, que en arameo es "el de la calavera", está centro del templo, es sobre él que se levantó todo lo demás. El interior está lleno de capillas y rincones, como la Crucifixión y la del Calvario, donde está la piedra donde fue ungido Jesús antes de ser sepultado. Hay hasta grafitis de la época templaria, grutas y pasadizos.

El corazón del templo lo controlan los ortodoxos y es el Edículo, un templete situado sobre la pequeña cámara funeraria en la que se cree fue enterrado Jesús y resucitó al tercer día de su muerte. Según los evangelios, el lugar era una tumba nueva tallada en la roca, una cámara supulcral propiedad de un rico judío seguidor de Cristo llamado José de Arimatea, cerrada con una gran piedra. "Él bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana, y le puso en un sepulcro tallado en la roca, en el que nadie había sido puesto". Hasta que llega la luz para los cristianos. "¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo?", escribe de nuevo Lucas.

Servicio religioso organizado en la Iglesia del Santo Sepulcro para celebrar el Domingo de Ramos, en Jerusalén, el 13 de abril de 2025.Mostafa Alkharouf / Anadolu via Getty Images

En la noche del viernes, se lleva a cabo en esta basílica un cortejo fúnebre. Este es un momento verdaderamente único, destaca la Custodia Latina, porque en ningún otro país del mundo todavía tiene lugar tal rito. Se celebra así: dos frailes quitan la corona de espinas y clavos de la estatua que representa a Cristo en la cruz y luego la colocan en el sudario. Posteriormente, el custodio de Tierra Santa lo rocía con aceites e incienso y conduce la procesión hasta el Sepulcro.

La costumbre judía señalaba que el cuerpo de la víctima, tras morir, era bañado y perfumado con aceites y especies para luego ser envuelto en un manto y enterrarlo en el cementerio de la familia, el cual consistía en una gran hendidura esculpida en la roca. Luego que el cuerpo se desintegraba, los huesos eran recolectados por los familiares y colocados en una caja de piedra llamada "osario".

La entrada a la tumba era frecuentemente sellada con una gran piedra redonda para evitar que los animales la invadieran y destruyan el cuerpo. Según los evangelios, el cuerpo de Jesús fue enterrado rápidamente antes del Sabbath por José de Aramitea en una tumba cerca del lugar de la crucifixión. Algunas mujeres seguidoras del Señor, conociendo donde éste había sido enterrado, fueron al sepulcro luego del Sabbath para completar el proceso de enterramiento. Pero al llegar a ella, encontraron que la tumba estaba vacía.

Muchos años después, la tradición cristiana señaló unos escombros de caliza, cubiertos con un anaquel de mármol, como restos del lugar donde el cuerpo de Jesús fue enterrado. Por más de 1.600 años, los cristianos lo han considerado como un lugar sagrado de peregrinación, después de que Santa Helena ordenase derribar el templo dedicado a Venus que Adriano había construido dos siglos antes en la zona, en la cumbre misma del monte. 

Piedra de la Ascensión de Cristo, en Jerusalén este, en una imagen de 1898.Universal Images Group via Getty

Ya el sábado, en la misma basílica, ocurre otro evento singular: a la primera luz del día, Jerusalén celebra la Resurrección de Cristo. Este un privilegio que la Iglesia en Tierra Santa tiene cada año. Todos los sacerdotes están vestidos de blanco y se celebra la liturgia. Después de leer siete lecturas y siete salmos del Antiguo Testamento, los frailes de la Custodia tocan las campanas en celebración. El Evangelio de Pascua se proclama antes de la entrada de la tumba vacía. 

Como al día siguiente, el domingo por la mañana, cuando una nube de incienso saluda al Patriarca de Jerusalén de los latinos, que celebra la misa pontificia. Después dirige la solemne procesión alrededor del Edículo. Cristo vive, es el mensaje. Hay una iglesia en el Monte de los Olivos, la de la Ascensión, donde los templarios levantaron una humilde construcción alrededor de una piedra donde, dice la tradición, está la huella del pie de Cristo, su última pisada en la tierra antes de ascender al cielo. 

En realidad, como tantas cosas en Jerusalén, ese templo fue recauchutado y es legalmente una mezquita, pero sin rito, para respetar la llegada de fieles cristianos. Tan alejada de los fastos que casi pasa desapercibida para el turista. La etapa final de una agonía en la que hoy creen 2.400 millones de fieles. 

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Licenciada en Periodismo y especialista en Comunicación Institucional y Defensa por la Universidad de Sevilla. Excorresponsal en Jerusalén y exasesora de Prensa en la Secretaría de Estado de Defensa. Autora de 'El viaje andaluz de Robert Capa'. XXIII Premio de la Comunicación Asociación de la Prensa de Sevilla.

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