Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir, estamos continuamente tomando decisiones. Qué ropa ponerse, qué comer, cómo afrontar una tarea de trabajo… la vida se basa en estar eligiendo continuamente.

Sin embargo, ese ejercicio tan constante (casi ininterrumpido) puede acabar pasándole factura al órgano que realmente se encarga de tomar todas esas decisiones en el día a día: nuestro cerebro.

Tal y como recoge el canal de televisión francés TF1 Info, si no se miden esos esfuerzos para decidir, puede llegar un momento en el que el cerebro diga basta y sufra la llamada "fatiga de decisión".

Se trata de un fenómeno psicológico por el que tras tomar muchas decisiones sin descanso, la capacidad de adoptar nuevas decisiones de una manera racional disminuye, por lo que las decisiones pueden pasar a ser más impulsivas.

En ese sentido, la psicóloga Amelia Lobbe, en declaraciones al medio de comunicación francés Doctissimo, explica que "elegir es renunciar, por lo que podemos preocuparnos por equivocarnos y temer perder una mejor opción".

La experta señala que al tomar decisiones pueden surgir preguntas como "¿Y si me equivoco? ¿Y si no es como lo imaginaba? ¿Y si la otra opción es mejor?". Todo ello supone un desgaste mental que se va acumulando.

De esa forma, puede llegar un momento en el que el cerebro acuse esa "fatiga de decisión" y acabe congelándose, es decir, siendo incapaz de tomar nuevas decisiones de forma consciente. "Cuando el cerebro ya no puede decidir porque ha llegado a su límite, se congela", asegura la psicóloga.

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